Cada vez que escucho decir a alguien que fulanita es fea, me late la vena, pues no se da cuenta que no hay mayor fealdad que atentar contra otra persona con tal vehemencia y desprecio. Nadie te concedió el derecho de catalogar a nadie, pues de la misma manera puedes ser catalogado injustamente. No hay mujer fea en el mundo que no disponga de la belleza obtenida del acontecimiento de ser mujer. Si no la encuentras es porque no te ha interesado encontrarla. La belleza está en el interior, todo el mundo lo dice, todo el mundo lo sabe, aunque a priori se ignora. Es por ello que existen los implantes y muchos otros artificios de belleza, que no sirven sino para desvirtuar la verdadera belleza y para fomentar el negocio en detrimento de las personas menos favorecidas.
Claro, nuestra piel opaca nuestro interior, por eso nos tostamos al sol vuelta y vuelta, para hacer nuestra piel más visible y en interior menos, realzando el contraste con el blanco de los ojos y de los dientes. Nos olvidamos de lo esencial, de la verdadera esencia. No se puede mirar el interior de una tienda sin asomarse al escaparate para ver qué se esconde detrás. Entonces dices: que escaparate más bonito, me encanta, pero voy a mirar al otro lado. ¡Y ahí esta lo bueno! ¡Justo detrás de todos los artificios que quieras lucir para realzar tu envoltorio!
No hay mujer fea (hombre sí: nacimos feos para convertir al sexo opuesto en belleza), y no hay mujer en este planeta que no merezca el respeto que se merece. Solo debe cultivar aquello en lo que puede agradar, y destacarlo para eclipsar el resto.
Algo tan simple y económico como una simple y dulce sonrisa puede ser más atractiva que unos pechos colmados de silicona.
Con cariño, a todas las mujeres del planeta.
¡Guapas!
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